Marina
A veces, la calma antes de la tormenta se siente como un castigo.
La casa está más silenciosa que nunca, y no sé si es porque todos están concentrados o porque, igual que yo, sienten que algo está por desmoronarse. La reunión con Meyer nos dejó una ruta clara, y aún así, hay una sensación persistente en el ambiente… como si Joseph ya supiera cada paso que vamos a dar.
Todos estamos reunidos en el estudio, incluso Beatriz, pues la tenemos viendo todas las direcciones que Meyer nos dio para saber si reconoce alguna, puede que Enzo la haya hecho llegar alguna vez.
Tenemos que abarcar todas las posibilidades.
—Este hotel—nos dice señalando—Nunca fui, pero una vez me hizo envíar ahí la información.
Antes de que alguno pueda decir algo la puerta se abre y Alex entra a la sala con el portátil en brazos y esa cara de urgencia fría que ya todos aprendimos a reconocer, sé que algo pasó. Salvador lo mira, se endereza, y yo, sin quererlo, aprieto las uñas contra la palma de mi mano.
—Lo te