Salvador
Despertar con Marina en mis brazos nunca va a dejar de sentirse como mi momento de paz. Es como si ella fuera un refugio, un lugar seguro, aún cuando ahora mismo sé que yo debería serlo para ella.
La observo dormir por unos minutos, con su rostro relajado y su cuerpo enredado con el mío, como si estuviéramos hechos para encajar así.
Pero entonces su ceño se frunce y su cuerpo tiembla un poco. Una pesadilla. Probablemente reviviendo la conversación con Meyer, la maldita revelación que la dejó hecha trizas.
La abrazo un poco más fuerte y susurro su nombre. Se remueve, abre los ojos y, al verme, deja salir un suspiro tembloroso antes de esconder el rostro en mi cuello y entonces inclina el rostro todavía somnoliento hacia mi y su mirada, joder, su mirada me desarma y me remueve de una forma que nunca he sentido antes.
—¿Un mal sueño?—le pregunto en un susurro y ella vuelve a aferrarse a mi y el hecho de que no tenga nada de ropa debajo de las sabanas hace que mi cerebro vaya de