Marina
Salvador se queda paralizado al escucgarme.
Parpadea. Parece que no entiende del todo. Así que acerco mi mano a su rostro, lo acaricio, lo miro como si pudiera decirlo todo sin palabras.
—La bebida puede acabarse mañana, el mundo también. Pero yo… yo quiero esto. Quiero a ti. Ahora.
Sus ojos se oscurecen. Su mano cubre la mía. Su aliento se vuelve más pesado.
—¿Estás segura? No quiero aprovecharme que estés vulnerable, nena. Puedo esperar, lo haría toda una vida si me lo pidieras.
Oh amado padre, ¿Cómo podría no estar enamorada de este hombre? Cómo no podría necesitarlo y desearlo con cada fibra de mi ser.
Sus palabras solo hacen que esté más segura de lo que quiero.
—Lo sé, pero no quiero esperar una vida, no quiero esperar un día más, porque… porque no tiene sentido hacerlo, yo te perdoné desde el instante en que ví que fuiste por mi y supe que estaba enamorada incluso antes de que eso pasara —respondo sin dudar y escucho como él inhala con fuerza.
Es la primera vez que le