Capítulo 15
El tocador estaba impregnado de un silencio extraño, como si las paredes hubieran absorbido el eco de lo que acababa de ocurrir. El aire seguía caliente, cargado de jadeos que aún parecían rebotar en los espejos. Roma, recostada contra la puerta, se pasó una mano temblorosa por el cabello, intentando recomponer la compostura que había perdido hacía apenas unos minutos.
Sin embargo, Magnus permanecía frente a ella, de brazos cruzados, con el pecho subiendo y bajando lentamente mientras sus ojos la taladraban. No parecía dispuesto a dejar que aquello terminara como un simple arranque de deseo después de tantos años de hacerse millones de preguntas en la cabeza.
— ¿Sabes qué es lo peor de todo esto? —dijo al fin, con la voz grave y ronca, todavía por la intensidad del encuentro — Que después de nueve años sigo preguntándome por qué diablos huiste esa noche.
Roma frunció el ceño al escuchar lo que decía, aunque en el fondo ya había anticipado la pregunta. Ella se había ido y