Capítulo 8
Tres meses...
Ese era el tiempo que había pasado desde aquella noche en la colina, desde que Roma se dejó arrastrar por el fuego de un desconocido y se marchó sin mirar atrás antes de que saliera el sol. No había vuelto a verlo, ni quería o al menos no sabía cómo hacerlo. No tenía ni su nombre, ni su historia o siquiera su dirección. Solo tenía el recuerdo de un cuerpo que la había poseído como nadie antes y que había dejado una marca imposible de borrar en su memoria. Sin embargo, la vida tenía una forma cruel de recordar lo que uno quería enterrar y este era el momento.
En los últimos días, Roma había sentido cómo su cuerpo ya no era el mismo de antes. El cansancio la golpeaba como si hubiera corrido cinco carreras seguidas y las mañanas se volvían un suplicio con ese malestar que le cerraba el estómago, seguido por las náuseas que venían sin pedir permiso.
— Debe ser estrés — se repetía a sí misma cada vez que se miraba al espejo con el rostro pálido. Después de todo, v