Capítulo 7
El silencio de la madrugada se quebraba únicamente por el canto lejano de algún ave madrugadora y el ocasional rugido de un motor perdido en las calles vacías bajo la colonia. Dentro del auto estacionado al borde de una avenida secundaria, la atmósfera era distinta. Esta estaba cargada aún del calor de la pasión desatada, impregnada de un perfume que ni el tiempo ni el aire podían disipar con facilidad.
Roma no sabía si había dormido realmente o si simplemente había caído en un trance profundo tras lo que acababa de vivir unas horas antes. No recordaba la última vez que se había permitido sentir de esa manera, con una intensidad que rozaba la locura y al final una ternura relajante al ser acariciada. Su cuerpo, aún sensible, le recordaba cada roce, cada beso, cada mordida que Magnus le había regalado como si hubiera querido tatuarla desde el interior.
Los primeros rayos del sol comenzaron a filtrarse por los cristales del auto, tímidos, dorando la piel desnuda que apenas a