Thorne
Joseph entra con ese andar pesado de quien sabe que no trae buenas noticias, su rostro curtido marcado por años de liderazgo y excusas.
Viviana lo sigue, su cabello rubio cayendo en ondas, sus ojos afilados recorriendo mi despacho como si buscara un punto débil, es una buena chica, inteligente, aunque demasiado arrogante, aunque ¿cuándo eso ha sido un problema para un alfa?
No me molesto en ofrecerles asientos. Están aquí porque yo lo ordené, y el tiempo de cortesías se acabó cuando Enzo lanzó a Lois contra una pared por tocar su maldito collar. Esa Omega, la que mis hijos insisten en llamar pareja, es un enigma que no puedo dejar suelto. No después de las insinuaciones de ese vampiro. Si hay algo en su pasado, en su sangre, que pone en riesgo mi manada o a mis hijos, lo encontraré.
—Joseph —mi voz es un gruñido bajo, cortando el silencio—. Hablemos de Lois. Su adopción. Quiero detalles. Todo.
Joseph se tensa, sus manos cruzándose frente a él. Viviana ladea la cabeza, su mirada