EMMANUEL
Había sido por Aidan, lo sabíamos.
Una semana.
Toda una semana pasó sin que Lois despertara. Y, aunque sus heridas habían desaparecido ya, sentía que había algo con ella.
Su olor, repentinamente cambió, no es que me pareciera desconocido, pero sí distinto, variable, tenía unas seis tonalidades y no era yo el único que lo notó, para Ezequiel también fue así.
Ahora que despertaba, sus ojos tenían un color más claro y su expresión más viva que nunca. Como si esa semana sin reaccionar no fuese nada. Absolutamente nada.
—Están muy serios—dijo mientras almorzaba—. ¿Es que ha sucedido algo en mi supuesta ausencia?
—¿Aún no crees que pasaste una semana inconsciente? —pregunta mi hermano.
—Para mi sólo fueron segundos—responde con media sonrisa.
—Pues fue toda una semana—explica Ezequiel con el ceño fruncido—. Quiero que hablemos sobre Aidan ahora que estamos a solas—dice. Nuestra madre se había ido hace poco, estaba bastante implicada en la recuperación de Lois y también sorprendida