Capítulo 98: La viuda

La casa estaba demasiado silenciosa.

Jimena permanecía sentada en el sofá de la sala, con la bebé dormida en sus brazos. Afuera, el sol comenzaba a ponerse, tiñendo las paredes de naranja pálido. Dentro, el silencio lo llenaba todo como agua estancada.

Nico estaba muerto.

Las palabras se repetían en su cabeza como un mantra, pero su cerebro se negaba a procesarlas completamente. La bebé se movió en sus brazos, haciendo un ruidito suave. Jimena la miró, sintiendo cómo las lágrimas le quemaban los ojos de nuevo. Su hija nunca conocería a su padre.

—Basta —susurró para sí misma, limpiándose las mejillas con el dorso de la mano.

La puerta principal se abrió. Jimena levantó la vista, tensa, pero se relajó al ver a Amirah entrar. Su madre se veía cansada, con ojeras profundas y los hombros caídos.

—¿Cómo está? —preguntó Amirah, acercándose despacio.

—Dormida —respondió Jimena, mirando a la bebé—. No ha parado de llorar en horas.

Amirah se sentó a su lado, extendiendo una mano para tocar sua
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