Noah despertó antes que Valeria. La luz del amanecer apenas se colaba entre las cortinas, filtrándose en tonos dorados que dibujaban sombras suaves sobre el cuerpo de ella.
El aire tenía ese silencio espeso que solo existe antes del día, cuando el mundo todavía duda si despertar o seguir soñando.
Él se quedó quieto, observándola. Cada respiración de Valeria le parecía un recordatorio de que seguía ahí, de que todo lo que habían atravesado tenía un sentido. Su cabello se extendía sobre la almohada en mechones desordenados, una línea de luz se curvaba sobre su mejilla, y su mano descansaba sobre su pecho, tibia, anclándolo a la realidad.
Por un instante, Noah se permitió imaginar que el tiempo podía detenerse ahí. Que no había fugas, ni nombres en listas negras, ni verdades que derrumbaran imperios. Solo ellos.
Pero el teléfono vibró sobre la mesita de noche. El sonido fue tan brusco que rompió el encanto como un vidrio al caer.
Lo tomó de inmediato.
Era un mensaje de Nico. Simple. Dire