El silencio en el despacho se volvió insoportable.
Las palabras de Amirah seguían resonando en la cabeza de Valeria como un eco imposible de acallar. Detención preventiva. Interpol. Biagio. Pruebas cifradas. Todo sonaba a una pesadilla que se había salido de control.
Sintió que el aire se le atascaba en el pecho. Noah seguía allí, sentado, quieto, con esa calma que solo parecía esconder cansancio. Su mirada buscó la de ella, pero Valeria la apartó antes de que se cruzaran.
—Necesito… —su voz tembló apenas— necesito un poco de aire.
Se puso de pie con torpeza, sin mirar a nadie.
Amirah la observó en silencio, comprendiendo más de lo que dijo, y solo asintió.
Noah se movió en su silla, como si quisiera detenerla, pero se contuvo al verla avanzar hacia la puerta. La preocupación se reflejó en su rostro.
Valeria se detuvo un instante, pero no lo miró. Solo salió al pasillo, dejando tras de sí un silencio denso que pesó más que cualquier palabra.
El edificio estaba casi en penumbra. Camin