Noah llevaba horas atrapado en su propio apartamento como si fuera una celda. Había pasado el día entero revisando noticias sobre sí mismo, viendo los titulares.
Fraudes gubernamentales millonarios, traición empresarial, desplome de acciones. Alessandro Strozzi implicado en el asesinato del Magnate Paolo Marini y su abogado. Intento de destrucción de evidencia.
Las imágenes de su antigua oficina, de su apellido arrastrado por el lodo, se mezclaban con los nombres que su hermano ya le había dado; los supuestos empresarios y agentes del gobierno que ahora lo señalaban para salvarse. Sentía una presión constante en las sienes, el cuerpo rígido de tensión, y ninguna copa de vino ni música podía sacarlo de ahí.
En un arranque de puro instinto —y tal vez algo de masoquismo—, tomó el teléfono. Si algo podía distraerlo, era molestar a Valeria. Tenía su número y no iba a desaprovecharlo. Tecleó un mensaje rápido, sin pensarlo demasiado.
Valeria estaba recostada en su cama, el apartamento ya