El aire acondicionado del avión zumbaba con un sonido monótono que Alessandro sentía vibrar en sus huesos. Llevaba las muñecas esposadas al reposabrazos del asiento, con un agente de Interpol a cada lado. Uno leía un periódico en italiano, el otro miraba por la ventanilla con expresión aburrida.
Alessandro cerró los ojos, tratando de bloquear el roce constante del metal contra su piel.
Valeria contra su pecho. Sus manos temblando. Sus ojos ámbar mirándolo con una intensidad que lo atravesaba.
Apretó la mandíbula, forzándose a respirar despacio. El corazón le latía demasiado rápido, golpeándole las costillas como queriendo escapar.
Seis meses atrás había huido de Italia en un carguero, escondido entre contenedores de mercancía, con el apellido Strozzi convertido en una sentencia de muerte. Ahora regresaba esposado, custodiado, con la prensa esperándolo como buitres.
"Cuando salgas de esto, voy a estar aquí."
La voz de Valeria resonaba en su mente, clara y firme a pesar del temblor que