El atardecer filtraba una luz naranja que teñĂa de fuego las copas de los ĂĄrboles. AilĂ©n se encontraba de pie frente al lago, ese espejo de agua que parecĂa conocer mĂĄs de ella que su propia memoria. Cada dĂa sentĂa mĂĄs vĂvido ese murmullo interior que no sabĂa si era su conciencia, su pasado... o algo mĂĄs oscuro.
Kaor la observaba desde la distancia. Sus ojos seguĂan la forma delicada de su figura, pero tambiĂ©n habĂa algo distinto en Ă©l. Desde que cargaba con el artefacto recuperado en la grieta del templo, su cuerpo comenzaba a mostrar cambios que no podĂa ignorar. La piel de sus brazos parecĂa vibrar sutilmente con un fulgor iridiscente en momentos de silencio, y cada noche sus sueños se volvĂan mĂĄs vĂvidos, como si fueran fragmentos de recuerdos que no eran suyos.
Esa noche, cuando regresaron al campamento, AilĂ©n notĂł la forma en que Kaor apretaba los dientes mientras tocaba su pecho. Una lĂnea delgada de luz se marcaba justo debajo de su clavĂcula, como si el artefacto dejara una