El camino hacia la torre no estaba en ningĂșn mapa.
Solo existĂa en los sueños.
AilĂ©n lo sabĂa. Lo sentĂa con cada latido del cristal sobre su pecho, con cada eco que resonaba en los rincones mĂĄs antiguos de su alma. No era un lugar fĂsico⊠no del todo. Era un recuerdo encerrado en una memoria colectiva. Un fragmento sellado entre raĂces, suspiros olvidados y la magia que precediĂł a todas las guerras.
Kaor no preguntĂł a dĂłnde iban. Solo caminĂł a su lado, con la mirada fija en el horizonte, donde el cielo comenzaba a desdibujarse como si algo antiguo desgarrara el velo de la realidad.
DespuĂ©s de un dĂa entero atravesando parajes donde el aire parecĂa murmurar nombres que no conocĂan, llegaron a un claro imposible.
El bosque se abrĂa en un cĂrculo perfecto, sin viento, sin ruido.
Y en el centroâŠ
Una torre negra.
Alta. Silenciosa. Cubierta de raĂces que la abrazaban como si quisieran arrancarla de la tierra. Las piedras estaban gastadas, viejas como el primer idioma. No tenĂa puertas. Sol