AilĂ©n no podĂa quitarse la imagen de su sueño: la figura del Reino del Eco, esperĂĄndola, con las raĂces flotando alrededor como brazos extendidos, como si la invitaran⊠o la advirtieran.
Cuando despertĂł, el alba apenas tocaba el cielo con un trazo pĂĄlido. Todo estaba en silencio en la garganta de los cantores. Menos su corazĂłn.
Se vistiĂł, guardĂł el cristal bajo su capa y saliĂł.
Kaor dormĂa a unos metros, recostado bajo un toldo improvisado. El sudor cubrĂa su frente, y su pecho se elevaba con dificultad. La marca habĂa crecido durante la noche: ahora envolvĂa parte de su cuello como un collar oscuro.
Ailén tragó saliva.
No habĂa mĂĄs tiempo que perder.
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Maeyra la esperaba en la cueva sin que Ailén hubiese dicho una sola palabra.
âHas elegido, Âżverdad?
Ailén asintió, aunque sus labios temblaban.
âSi el vĂnculo puede salvarlo⊠quiero hacerlo.
La anciana inclinĂł la cabeza.
âEntonces debes conocer el verdadero riesgo. No es solo un lazo del alma. El ritual es antiguo, y requiere de tres