El disparo retumbó en el desfiladero.
Briggs se llevó la mano al hombro, tambaleando hacia atrás. Eva había apretado el gatillo casi sin darse cuenta, su mano aún temblando alrededor de la pistola.
Los ojos del sheriff se abrieron de par en par, incrédulos.
—Tú… —murmuró, antes de caer de rodillas.
Luca reaccionó al instante, disparando contra los hombres que descendían de la camioneta. Mateo cubrió el otro flanco, derribando a dos con tiros precisos.
El desfiladero se convirtió en un infierno: humo, polvo, casquillos brillando en el suelo. Eva disparaba sin detenerse, cada vez más firme, como si cada bala fuera una respuesta a la traición, a la persecución, al miedo que había cargado demasiado tiempo.
Cuando el último enemigo cayó, el silencio regresó, pesado y brutal.
Briggs yacía en el suelo, sangrando, su sombrero caído junto a él. Aún respiraba, apenas.
—Eva… —susurró, con los labios manchados de sangre—. No sabes lo que enfrentan. Nadie escapa del Contador…
Eva lo miró, con lágr