Capítulo — La carga de la verdad
(Punto de vista: Adrián Castell)
El sonido del ascensor del hospital me resultaba insoportable. Cada campanada parecía un juicio, cada piso que pasaba era una condena o una absolución. En mis manos llevaba el sobre con los análisis de Sofía, los que habíamos pedido repetir bajo cadena de custodia, sin margen para dudas ni manipulaciones.
El doctor Hale había sido claro: “Esta vez nadie mete mano. Lo superviso yo mismo”.
Me encerré en la pequeña sala de reuniones junto a Federico Klein. No quería que Sofía recibiera nada hasta que yo lo hubiera leído primero. Me debía esa certeza antes de mirarla a los ojos.
Abrí el sobre con manos temblorosas. Las hojas se deslizaron sobre la mesa, llenas de cifras y términos médicos que para cualquiera serían un laberinto. Para mí, eran un espejo de lo que podía perder o salvar.
—¿Y bien? —preguntó Klein, sin moverse de la silla.
Respiré hondo, repasando cada línea, cada valor. Y ahí estaba. Los niveles,