Capítulo 68 — La mujer que siempre vi
(Punto de vista: Sofía)
El ascensor subía con ese zumbido sordo que Sofía reconocía desde sus años de residente. Ese sonido grave y constante le recordaba a las guardias interminables, a las madrugadas en las que todo parecía detenido salvo el latido de su propio corazón. Subía lento, como si el mundo entero quisiera darle tiempo para arrepentirse de lo que estaba a punto de hacer.
Tenía las manos frías. El corazón, no. El corazón le ardía.
Isabel la había llamado esa mañana. No fue insistente, pero sí precisa:
—La reunión es hoy. Si no querés entrar, no entres. Pero escuchá lo que se tiene que decir.
Y ahora estaba ahí, frente a las puertas cromadas del piso 27 de Castell Grup, sabiendo que detrás de ellas estaba él… y algo que, por más que quisiera, no terminaba de comprender del todo.
Entró.
El salón de conferencias era amplio, elegante, casi solemne en exceso para alguien que cargaba 24 semanas de embarazo y unos pies que pedían reposo.