CAPÍTULO — Caminos que se Unen, Vidas que se Preparan
(Punto de vista de Ayden Castel)
Después de dejar a Milagros en su oficina —aunque yo quería que se quedara en la mía, rodeada de almohadones, comida y mis instrucciones exageradas de “no te muevas mucho”— seguí a mamá hacia el laboratorio. Tenía que cambiar el chip, concentrarme en el caso del chico, hijo de Carolina Fontes, pero confieso que cada dos pasos pensaba en los dos corazones que escuché latir esa mañana.
Mamá caminaba rápido, acostumbrada a los pasillos de la empresa como si fueran parte de su casa. Cuando entramos al laboratorio, el olor a desinfectante, papeles y químicos me devolvió a la realidad.
—Mirá, hijo —empezó Sofía mientras preparaba una carpeta—. Con este chico queremos probar una combinación nueva de gotas. Es un tratamiento experimental para retardar la progresión del glaucoma. Si responde bien, podríamos evitar una cirugía tan temprana. Pero… —alzando las cejas— si no funciona, vamos a tener que operarlo