CAPÍTULO — El Día que la Vida se Iluminó
(Punto de vista de Ayden Castel)
Entrar a la oficina aquella mañana sentía distinto,yo me sentía grande. Como si cada paso que daba tuviera un nuevo sonido. Era temprano en la mañana, y sin embargo, mi corazón ya había vivido una eternidad en unas pocas horas desde que salió el sol.
Milagros caminaba a mi lado, despacio, como si cada movimiento suyo fuera sagrado. La llevaba tomada de la mano, con la otra le sostenía la cintura, vigilante, atento a cualquier gesto,me sentía invencible.
—Sentate,mi amor —le dije apenas cruzamos la puerta del despacho—. Nada de caminar mucho. Quiero que descanses.Tenemos que hacerle caso a la doctora.
Ella sonrió, divertida.
—Ayden… estoy embarazada, no enferma.¡Para!
—Estás embarazada de dos bebés, Milagros —corregí—. Y hasta que esos bebés no estén bien agarrados… acá mando yo.
Ella levantó una ceja, pero obedeció.
Y qué bien se veía obedeciéndome así...
Le acomodé la silla, le puse un almoha