Capítulo — Despedida en París
La ciudad brillaba detrás de la ventana del hotel. París tenía ese don de convertir cualquier rincón en un escenario de película: las luces danzando sobre el Sena, los murmullos lejanos de la calle, el eco lejano de un acordeón.
Ayden dormía en su cuna portátil, respirando profundo, ajeno al mundo. Sus manitos descansaban abiertas, como si también soñara con jugar. Esa paz era el permiso que Sofía necesitaba.
Se giró hacia Adrián. Él estaba sentado al borde de la cama, la camisa desabrochada, el cuello abierto. La luz tenue de la lámpara jugaba con sus facciones, y Sofía sintió ese vuelco en el estómago que nada tenía que ver con náuseas: era hambre, un deseo irrefrenable.
Las hormonas la tenían sensible, voraz, viva. Lo necesitaba. Y más que nunca, lo deseaba.
—Adrián… —murmuró, la voz como un roce abrasador—. Vení conmigo.
Él la miró sorprendido. Había pasado el día cuidándola, convencido de que Sofi necesitaba calma. Pero en esos ojos oscuro