Capítulo —El regreso a casa
El fin de semana pasó como un soplo, aunque para Guillermo y Lili había parecido eterno y fugaz a la vez. No salieron a caminar mucho —por motivos obvios, la pierna de Lili aún reclamaba cuidados—, pero no les importó. Se habían pasado entre el jacuzzi, la piscina y la cama, riéndose de ellos mismos, disfrutando como adolescentes que descubren el amor por primera vez.
Era una carrera silenciosa, dulce y encendida: ¿quién lograba hacer sentir más al otro? Y ninguno de los dos quiso perder. Al contrario, se entregaron enteros, hasta quedar exhaustos, convencidos de que no había mejor lugar en el mundo que ese hotelcito frente al mar.
Pero llegó el domingo por la tarde, con su aire tibio que olía a despedida. Era hora de volver a la rutina. En el auto, mientras la ruta se desplegaba entre pinos y arena, se miraban de reojo, cómplices, con la certeza de que ese fin de semana los había marcado para siempre.
Cuando llegaron a Montevideo, fueron directo