Capítulo — La luz de Ayden
La Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, en Punta Carretas, lucía espléndida esa tarde. Sus muros de piedra clara y su torre campanario, visible desde varias cuadras, se alzaban como un faro de fe en medio del barrio. Dentro, el perfume de flores blancas mezclado con la cera de las velas flotaba en el aire. Los vitrales góticos dejaban entrar la luz del sol, pintando el altar con tonos rojos, azules y dorados, como si el propio cielo bendijera la ceremonia.
Sofía entró de la mano de Adrián, llevando en brazos a Ayden, vestido con un pequeño traje blanco que Isabel había mandado a hacer a medida, con puntillas y botones diminutos cosidos a mano. El murmullo de la gente se apagó al instante: todas las miradas se dirigieron hacia ese niño que había nacido luchando y que ahora estaba a punto de recibir el sacramento del bautismo.
A los costados del altar esperaban los padrinos. Guillermo, erguido en su traje oscuro, recibió a Ayden en sus brazos con una solemnida