Capítulo — El viaje pendiente
La tarde caía en Colonia del Sacramento, esa ciudad de adoquines gastados y fachadas pintorescas que parecían guardar historias en cada grieta de las paredes. Julia, la hija de Guillermo, estaba sentada en el patio de su casa, con la mochila escolar abierta y la cabeza perdida en las palabras de su madre. La mujer repetía con voz pausada, como quien desgrana un veneno disfrazado de verdad:
—Tu padre no viene porque no quiere… Seguro está con otra mujer. Te miente, Julia. No sos su prioridad.
La niña, de apenas once años, bajaba la mirada y se mordía los labios. No era una niña mala, al contrario: era sensible, inteligente, pero vulnerable a las palabras de la única figura adulta con la que convivía a diario. Y aunque dentro de sí quería creer en su padre, las dudas empezaban a calar hondo.
Mientras tanto, en Montevideo, Guillermo se pasaba la mano por el rostro con gesto cansado. Hacía semanas que arrastraba la angustia de no saber cómo enfrentar esa