Lilian miraba a Daryl tratando de ocultar una sonrisa tímida. Él acababa de susurrarle algo al oído, justo frente al coche que los esperaba, y su rostro ardía de vergüenza.
—En serio, Daryl… —murmuró en voz baja, lanzando una mirada hacia Gabriel, que corría alegremente hacia el ascensor—. No me llames cariño delante de los niños. Me da muchísima vergüenza.
Daryl giró la cabeza con una expresión divertida.
—¿Por qué habría de darte vergüenza? Si ellos ya saben que nos queremos.
—¡Daryl…! —Lilian lo fulminó con la mirada, medio enfadada pero sin perder la dulzura de su voz—. No es lo mismo, ¿sabes? Gabriel o Aurora podrían malinterpretarlo.
Daryl soltó una risita y se inclinó un poco para quedar a su altura.
—¿Malinterpretarlo cómo? Además, dentro de poco Aurora te va a llamar mamá. Así que más vale que empieces a acostumbrarte.
Lilian abrió los ojos de par en par.
—¿Qué? ¿Mamá?
Daryl asintió con firmeza, la sonrisa traviesa sin desaparecer.
—Sí. Aurora ya me preguntó por ti. Dijo que