Capítulo 53
La mañana llegó, y la luz del sol se filtró a través de las delgadas cortinas del apartamento de Lilian. Acababa de abrir los ojos; su cuerpo seguía débil a pesar de haber descansado la noche anterior. Miró el reloj de la pared: casi eran las seis. Se incorporó con rapidez, aunque aún sentía un ligero mareo.En la habitación contigua se oían las risas de Gabriel. El niño ya estaba despierto y jugaba con sus cochecitos. Lilian entró despacio en la habitación y, al verla, Gabriel corrió hacia ella con el rostro radiante.—¡Mamá! Por fin te despertaste. No puedo esperar para ir al jardín de infancia. Hoy quiero llevar mi coche rojo para enseñárselo a mis amigos —exclamó entusiasmado, mostrando el juguete que sostenía con fuerza.Lilian sonrió débilmente, aún pálida. Se agachó y acarició el cabello de su hijo.—Sí, cariño. Pero no olvides desayunar primero, ¿de acuerdo?—¡Está bien, mamá! —respondió Gabriel con entusiasmo.