El alba aún estaba tenue; la luz del sol no había atravesado completamente las ventanas de la casa. Lilian permanecía de pie en su habitación, el rostro demacrado. Gabriel, aún adormilado, yacía acurrucado en sus brazos, con la cabeza apoyada en su hombro, respirando con ritmo sereno. A su lado, una pequeña maleta reposaba junto a la puerta.
Lilian volvió a mirar hacia la habitación de Aurora; la puerta permanecía firmemente cerrada. En su interior, rezó para que la niña no se despertara en ese momento. Sabía que si Aurora la veía partir, las lágrimas serían inevitables. Eso solo sumiría el ambiente en más caos, y colocaría a Daryl en una posición difícil. Por si fuera poco, Alicia, recién regresada, sin duda se sentiría desplazada si Aurora prefería a Lilian.
Lilian inhaló profundamente. Su mano rozó la perilla de la puerta del cuarto de Daryl. Una duda la invadió. ¿Debería despedirse personalmente? ¿O bastaría con dejarle un mensaje tras