Eva y Alejandro llegaron a su apartamento, él llevaba su maleta, realmente deseaba que ella aceptara quedarse ahí el tiempo que quisiera, dándole a entender que, eso sería un enorme placer.
- Eva, ¿quieres algo de cenar? Ha sido un día largo, pero puedo prepararte algo rápido. -dijo el hombre interesado en el silencio de la chica.
- ¡Gracias, pero estoy bien así! Ya bastante, tienes con ayudar a mi familia y ahora traerme aquí debido a que no tengo dónde vivir.
- Óyelo bien y claro, jamás serás una molestia para mí. Si puedo ayudarte, lo haré con todo gusto… -dijo el hombre llevándola al sofá para que tomara asiento.
Él inicialmente se sentó a su lado, pero luego de meditarlo por dos segundos, se levantó y se puso en cuclillas frente a ella, la tomó de las manos y la miró a los ojos.
Eva realmente lucia cansada, pero no era algo físico, era más bien el cansancio del peso de sus acciones de toda la vida.
Alejandro junto las manos de la chica y las llevó hacia su boca, aquello provocó qu