Eva despertó con los primeros rayos de sol que se colaban por el amplio ventanal, los brazos fuertes de Alejandro rodeaban su cuerpo. Recordó lo que había sucedido y sonrió, aún no podía creer que se encontrara en aquella situación.
El giro que acababa de dejar que diera su vida, nunca, ni en sus mejores sueños, lo había esperado. Tratando de acomodarse, se movió ligeramente, haciendo que el agarre de Alejandro se hiciera más fuerte, aquello le resultaba un tanto simpático, ya que era como si no quisiera dejarla ir.
- ¡Buenos días, preciosa! -dijo el hombre soltándola e incorporándose para quedar sobre ella.
- Bu… Buenos días… -respondió Eva un tanto nerviosa ante la imponente mirada del hombre que la miraba con nada más que deseo.
- ¿Cómo amaneciste? ¿Quieres desayunar? ¿Qué te gustaría? —dijo el hombre de manera atenta.
Ella se sonrojó al sentir algo duro en su vientre, no sabía cómo responder al tiempo que se perdía en las cosas nuevas que estaba viviendo.
- ¿Eva?
- ¡Perdón, perdón