Tras varias horas de vuelo, el avión donde viajaban Alejandro y Alana aterrizó. El hombre, después de lo que sucedió, no quiso tocar el tema, Alana intentaba acercarse nuevamente, pero este la rechazaba.
Antes de descender del avión, Alejandro miró a la mujer que le acompañaba.
- Espero tu carta de renuncia mañana mismo. -dijo el hombre con una frialdad que Alana no reconoció.
- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Acaso es por lo que sucedió hace un momento? Alejandro, eso no es justo, tú tomaste lo que querías y ahora soy yo quien sale afectada. -dijo Alana, aún incrédula.
- Alana, no te hagas la tonta conmigo, supiste cómo llegar a mí, te conozco y conozco muy bien ese truco. Sabes perfectamente que soy casado, sabías perfectamente bien que no estaba en mi mejor momento, aprovechaste el momento y ahora, debes asumir las consecuencias de tus actos, así como yo deberé asumir las consecuencias de los míos. -dijo el hombre sin perturbarse.
- ¿Qué? ¿Le piensas contar a tu esposa que me hiciste tuya