21. Ya era parte de la familia
Emilia Díaz
—Te extraño… —musitó Álvaro, con voz grave rozando mi oído justo antes de besarme nuevamente, lento, como si saboreara cada milímetro de mis labios. Rodeó mi cintura con sus brazos con ese gesto posesivo que tanto me gustaba—. No puedo esperar a besarte y acariciarte como deseo… pero nuestro hijo nos está esperando —añadió con una sonrisa ladeada, traviesa y tierna a la vez.
Sonreí, acariciando su mejilla con el dorso de mis dedos.
—Nuestra vida como padres será muy distinta a la que teníamos cuando Ernesto aún no había nacido… —dije, con la mirada enredada en la suya—. Es algo nuevo, pensar primero en la vida de ese pequeño antes que en la nuestra… y eso incluirá esperar a que se duerma antes de tener intimidad —solté una pequeña risa nerviosa.
Álvaro frunció el ceño con una mueca dramática.
—Espero poder resistirlo —bromeó, pero en su mirada podía ver todo el deseo contenido—. Aunque me encantará dormirlo en mis brazos. Desde la primera vez que lo vi, lo amé… y me promet