Maverik se giró con los músculos tensos y los ojos de Katherine no observaron con sorpresa.
No esperaba que fuera a buscarla tan rápido, evidentemente.
—Nosotros solo hablábamos —gruñó Maverik.
Cassian ladeó apenas la cabeza. La sombra de una sonrisa burlona se formó en sus labios.
—Oh, claro. En los límites de mi manada, a oscuras, ustedes dos solos en el bosque abierto.
No había burla en su voz.
Había amenaza.
Había dominio.
Su voz era un filo envuelto en terciopelo, el aire se volvió denso. Hasta los árboles parecían contener la respiración.
Cassian de repente extendió una mano hacia Katherine, sin apartar los ojos del otro macho.
—Ven aquí.
No fue una orden gritada.
Fue algo peor.
Una voz tan baja que casi se sintió como una caricia bajo la piel.
Katherine sintió el corazón desbocarse, su pulso golpeó con fuerza contra la garganta, entonces dudó un segundo. No por miedo a él.
Sino por miedo a sí misma.
A las emociones que evidentemente, comenzaba a despertarle, incluso aunque toda