Cassian se movía con su acostumbrado andar felino, su expresión era gélida, como si estuvieras listo para desgarrar la garganta de alguien en ese momento.
A su lado, su Beta caminaba en silencio, observando el movimiento en la sala de las concubinas. El harem estaba en formación, como siempre lo hacía cuando el Alfa entraba.
Lo que era una sorpresa, porque desde que había traído a su Luna, no había entrado a esa sala, ni se había acercado a ninguna otra hembra.
Esta vez, los ojos de todas evitaron los de Serenya, la hembra que hasta ahora había ostentado el título de "favorita".
La noticia ya se había esparcido como pólvora.
Cassian no venía con intenciones de juego.
Él no venía a seducir.
El aire bestial a su alrededor era evidente y asustaba a todas las hembras del harem.
—Alfa, están todas presentes —informó el Gamma, pero Cassian no le respondió.
Su mirada se clavó en Serenya, erguida al frente, con la barbilla alzada y los ojos llenos de falsa dulzura. Había aprendido a leer a la