El Salón de los Cien Espejos vibraba con murmullos como enjambres de avispas. Los ancianos del consejo, cuyos rostros se reflejaban infinitamente en las paredes de ónix pulido, se agrupaban en facciones visibles:
Los Leales al Dragón, partidarios del emperador; se aferraban a los bordes de sus túnicas verdes, intercambiando miradas de asombro contenido. El milagro de Aisha era innegable, pero también una grieta en el orden establecido.
Los Colmillos de Jade, aliados de Vladimir; ocupaban el centro, sus sonrisas afiladas. El anciano Chen golpeó el suelo con su bastón de ébano:
— ¡Una princesa que brilla con oro en los ojos! … ¿Acaso no ven el augurio? ¡Es una abominación tocada por magia lunar! El Ritual del Eclipse profetizó esto: un vástago real corrompido.
Los Neutrales, sentados como estatuas, esperaban. Su silencio era más peligroso que cualquier acusación.
El emperador entró con princesa en brazos, un acto sin precedentes. La bebé, envuelta en seda blanca bordada con lobos y lunas, emitía un suave resplandor. No lloraba. Sus ojos grises, salpicados de destellos dorados, observaban a los ancianos con una calma sobrenatural.
— La sangre de la Sanadora ha sellado el destino de mi hija — declaró el emperador, y el eco de su voz llenó la sala — Meiying es un símbolo: la unión entre la carne imperial y la bendición de Nyrith. Quien la llame amenaza… — su mirada se posó en Vladimir, que sonreía junto al trono vacío — …desafiará mi decreto, y la espada de los Guardianes Celestiales.
Chen abrió la boca para protestar, pero se detuvo al ver el amuleto de jade que colgaba del cuello de la princesa Meiying: el sello personal del emperador, jamás otorgado a un recién nacido.
Vladimir se levantó, lento, como un tigre midiendo su salto. En sus manos sostenía un pergamino antiguo, el mismo que Lihua, la concubina del octavo príncipe; había robado.
— Padre — dijo, dulce — mientras celebramos este milagro, no olvidemos la oscuridad que nos acecha. El Ritual del Eclipse…
El emperador alzó una mano.
— Queda prohibido — sentenció, y los guardianes en las sombras hicieron sonar sus espadas en unisonó — cualquier mención, preparativo o ejecución del mismo se castigará con muerte lenta y deshonra eterna al linaje del traidor.
Vladimir palideció, pero sus labios mantuvieron esa sonrisa de dagas ocultas. Ya había puesto en movimiento piezas que ni el emperador podría detener.
— Como desees, emperador — susurró, inclinándose, pero la sonrisa filosa no abandono sus labios.
Esa noche, mientras el palacio celebraba, dos figuras se encontraron en el Jardín de los Susurros:
— El plan falló — refunfuñó Xiang, la concubina, ahora con fuerza renovada — la prohibición del ritual nos deja sin herramientas.
Vladimir, oculto bajo un dosel de glicinias, rió.
— Al contrario, querida Xiang. Ahora, cuando el eclipse llegue y Ragnar caiga en la locura… — acarició el brazo de ella, donde la cicatriz lunar brilló — …todos verán que el emperador eligió proteger a una sanadora mentirosa en vez de salvar al Imperio. Y entonces…
Xiang completó la frase, con amargura:
— …la gente pedirá tu coronación.
Mientras tanto, en lo alto de la Torre del Astro, Aisha y Ragnar observaban el horizonte. Las marcas de ella aún titilaban.
— ¿Cuánto tiempo tenemos? — preguntó ella, sintiendo el peso de la princesa Meiying dormida en sus brazos.
Ragnar señaló la luna, donde un tenue anillo carmesí comenzaba a rodearla.
— El eclipse sangrante llegara para el próximo ciclo lunar. Y cuando lo haga…
No necesitó terminar. El aullido de un lobo fantasma, lejano y desgarrador, contestó por él…
En las noches siguientes, Ragnar visitaba el pabellón de las lágrimas silenciosas, ese que había sido asignado a la nueva princesa Meiying, la niña que lloraba bajo la luna llena se calmaba al sentir su presencia.
Sus ojos grises, salpicados de oro; seguían cada movimiento suyo con una atención inquietante, demasiado despierta para ser solo una niña de pocos días de vida.
— Es como si reconociera mi esencia — murmuró él, observando cómo los ojos de Meiying brillaban igual que los suyos en firma de bestia.
— No le temas — murmuró Aisha cuando lo descubrió, apoyándose en el marco de la puerta. Las marcas de Nyrith en sus brazos palpitaban suavemente, como recordándole el precio de su intervención días atrás — tienes razón ella… te reconoce.
En ese momento, la princesa extendió una manita diminuta. Sin pensarlo, Ragnar acercó un dedo. Al contacto, un escalofrío lo recorrió.
Visiones.
Un lobo negro aullando ante un eclipse…
Una niña con cabello de plata corriendo entre ciruelos en flor…
Un trono de jade roto, y dos figuras espalda contra espalda: una con garras, otra con un báculo brillante.
— ¿Qué fue eso? — gruñó Ragnar, retrocediendo como si hubiera sido quemado.
Aisha palideció. En los brazos de Meiying, las venas brillaban levemente, trazando el mismo patrón de las marcas de Nyrith.
— No son visiones… son advertencias — susurró — ella es un espejo del futuro que tú y yo forjaremos… tu maldición y mi sangre se mezclaron en ella… no es tu hija, pero lleva parte de tu alma…
Un presagio cruzó la mirada de Ragnar: si Vladimir lo descubría, usaría a Meiying como carnada…
Al amanecer, el Consejo se reunió en secreto. Sin el emperador. Sin símbolos de rango. Solo hombres ancianos cuyas ambiciones brillaban más que cualquier lealtad.
— La princesa es un peligro — el anciano Chen golpeó un mapa del Imperio extendido sobre la mesa — he visto sus ojos. No son humanos. Son… una puerta.
— Y Ragnar la protege como si fuera su propia hija — agregó otro, jugueteando con un cuchillo de sacrificio — si eliminamos a la niña, la bestia caerá en la locura. El emperador no tendría opción más que ordenar su ejecución.
Un tercer hombre, cuyo rostro estaba oculto tras una máscara de zorro, alzó una mano.
— Pero hay otra opción — dijo, voz meliflua — el Ritual del Eclipse no está completamente prohibido… solo no puede ser realizado por manos imperiales. ¿Y si "descubrimos" que Ragnar intenta llevarlo a cabo para romper su maldición? Con la Sanadora como su cómplice…
El anciano Chen desenrolló un pergamino con símbolos lunares descoloridos por la sangre.
— El Ritual del Eclipse no es solo un sacrificio — susurró — es una prueba. La última vez que se realizó, hace tres siglos, el Dios Sanador se partió en fragmentos... y la Luna eligió a su campeón.
El hombre con máscara de zorro agregó:
— Si Ragnar es el verdadero Elegido de la Luna, el ritual lo separara de su lobo. Si no… la bestia lo devorará vivo. Y en cuanto a Aisha… — su dedo señaló un grabado de una figura con marcas doradas — ¿Qué queda de un dios sino mentiras y piel prestada?... terminaran destruyéndose entre sí y el imperio será nuestro…
Sonrisas se extendieron. La trampa era perfecta.