La noche había caído sobre la casa como un manto espeso, silencioso y el eco lejano del viento entre los rosales arrancados parecía llorar su pérdida. Lena estaba acostada en su cama, con el pequeño gato junto a ella; echado con su cabeza entre las patas delanteras.
Aún se sentía triste por lo ocurrido con sus rosales, pero más, por la rabia que aún sentía con Odelia. Lena no era una joven malvada, jamás lo había sido, y si había algo de lo que estaba orgullosa era que en su corazón no existía odio. Aún cuando había personas que no merecía compación, sin embargo. Lo que había hecho Odelia era algo que la aturdía, imperdonable. Hacia vibrar en su pecho ese sentimiento de angustia y una inmensa molestia.
Quería que pagara, pero primero tenía que encontrar el momento adecuado para vengarse.
Un golpecito suave en la puerta hizo que Lena diera un respingo. Se apresuró a tomar al pequeño gato que ahora se llamaba sombra, y lo metió con cuidado en el baño, cerrando la puerta tras él. Lue