—No te escucho… —la voz de Kerem cortó el aire como una daga. Había estado en su habitación tratando de conciliar el sueño hasta que escuchó los gritos de Odelia.
Aquel enojo que había mantenido durante toda la tarde parecía haberse calmado, hasta que escuchó a Odelia expresarse de esa forma de Lena. Su pecho subía y bajaba descontrolado. Con una rabia creciente, la misma que sintió aquella vez, cuando fue su madre quien se atrevió a levantarle la voz a la joven.
—. Repite lo que dijiste —soltó una vez más.
El área deservicio se sumió en un silencio sepulcral.
Odelia parpadeó varias veces, paralizada por el semblante de Kerem, a pesar de su ceguera, su rostro mostraba enojo, su voz fue un grito alto, suficientemente claro para que él captara la acusación que había lanzado a Lena. Sin siquiera pensar que Kerem no toleraría su altanería.
Ahora todos la miraban.
—Y-yo… —trató de mantener la compostura, pero su voz le tembló—. Quise decir que… que mi habitación se llenó de ratones… apareci