Kerem salió de su habitación con paso decidido, guiándose por la arquitectura que ya conocía de memoria. El silencio en la mansión era total, roto apenas por el eco de sus pasos descalzos sobre el mármol. Kerem también estaba por desvestirse para tomar una ducha, pero aquel grito lo impulsó a salir de su habitación y sin dudarlo fue hasta la habitación de Lena.
Al llegar no llamó a la puerta. Solo la abrió.
—¿Dónde estás? —preguntó con voz grave, dejando que su oído captara cualquier rastro de ella.
—Aquí... en el baño —respondió la voz de Lena, algo lejana y tensa.
Kerem se guio por el sonido, caminando con precisión hacia la dirección de la voz. Apenas cruzó la entrada del baño, notó el olor a jabón, vapor y piel húmeda. Entonces se detuvo.
—¿Qué pasó? —preguntó, frunciendo ligeramente el ceño.
—Me resbalé… y caí. —Su voz sonó nerviosa, y no era para menos. Estaba completamente desnuda, mojada, sentada en el suelo de mármol con el cabello pegado al cuerpo como un velo húmedo. Su pie