—¿Estás segura? —murmuró Kerem, su voz ronca, apenas un susurro, como si temiera romper la delicadeza de ese momento. Deseando escuchar una vez más lo que Lena estaba pidiendo.
Pero Lena no respondió con palabras.
Tomó su mano con suavidad, sus dedos delgados rodeando los suyos, y lo atrajo hacia ella. La cercanía entre ambos se volvió insoportable. Sus respiraciones chocaban. Sus cuerpos hablaban en un idioma que ya no entendía de dudas, sino de hambre.
Lena estaba sentada sobre la cama y Kerem en la orilla junto a ella.
Cuando sintió la mano de Lena sujetar la suya, dirigió su rostro hacia donde sabía que estaba ella. Y esta vez fue Lena quien lo besó.
Kerem respondió al instante. Tomó su rostro con ambas manos, sintiendo la piel suave de sus mejillas bajo sus palmas. La besó lento… pero cada segundo arrastraba una intensidad oscura, una necesidad acumulada que se desbordaba entre sus labios. El beso era una contradicción: delicado y devastador, suave y voraz. Se sentía como si ambo