Odelia subió las escaleras a toda prisa, con el ceño fruncido y el celular temblando entre sus dedos. Se encerró en su habitación, cerrando la puerta con llave antes de marcar el número guardado como Madame Lancaster. La llamada fue contestada al tercer tono.
—¿Qué pasa? —respondió la voz elegante y fría de Celeste Lancaster.
Odelia se pasó una mano por el cabello, aún agitada.
—Señora… la huérfana… ella adoptó un animal —susurró con furia contenida—. Un zorro. Un maldito zorro. ¡Y su hijo, el señor Kerem se lo permitió!
Hubo un segundo de silencio al otro lado de la línea.
—¿Un zorro? —La voz de Celeste se llenó de desdén—. ¿Quién se cree esa desgraciada? ¿Acaso está usando a mi hijo para llenar su vacío emocional con animales salvajes?
—Eso parece… Él le dijo que podía quedárselo —añadió Odelia, bajando el tono—. No se lo negó… incluso el medico ha venido a revisar al animal y la huérfana se ve muy contenta.
—Es inaceptable —gruñó Celeste—. Haz algo. Si quieres tener más dinero hazl