Lena se encontraba en el gran comedor de la mansión Lancaster, dando indicaciones al personal de servicio. Había flores frescas en el centro de la mesa, la vajilla brillante y perfectamente alineada, copas de cristal que reflejaban la luz de las lámparas. Con voz firme, pero sin levantarla demasiado, Lena pedía que cambiaran las cortinas, probando un color y luego otro, que ajustaran el mantel para que no quedaran pliegues, y que guardaran en vino de una cosecha especial en la cava con los otros. Se movía de un lado a otro con naturalidad, como si aquella casa fuera suya de toda la vida. No lo pensaba, no se daba cuenta de que, poco a poco, se comportaba como la señora de esa mansión.
Oliver se detuvo en el marco de la puerta, observándola en silencio. Su mirada la siguió mientras caminaba, mientras daba instrucciones con la seguridad de quien pertenece al lugar. La vio acomodar un florero con delicadeza, luego girarse para revisar los detalles de la mesa. Sonrió apenas, con ese gesto