La tarde estaba nublada, con un aire denso que precedía a la tormenta. El jardín del ala principal parecía más verde de lo normal, vibrante bajo el cielo gris. Lena se inclinaba sobre un rosal recién florecido, cortando con mucho cuidado las ramas muertas mientras susurraba algo a las flores, ajena a los ojos que la observaban desde la entrada principal.
Oliver Carrington descendió de su auto con una chaqueta gris claro, el cabello rubio peinado hacia atrás y un gesto relajado en el rostro. Sus ojos eran marrones con espesas pestañas que solo lo hacían lucir más atractivo. Traía consigo el aire de los hombres que no se dejan impresionar por las mansiones ni por los silencios tensos que las habitan. Aquel lugar a él no le intimidaba: había crecido caminando por esos pasillos, visitando a Kerem desde que eran adolescentes.
Pero fue la imagen de la chica en el jardín lo que le detuvo por unos segundos.
Ella no lo notó. Estaba de espaldas, concentrada en su labor. Su vestido era sencil