El único

Kerem no apartó su cuerpo del de Lena.

La tenía contra el estante, mientras su aliento caliente se mezclaba con el aroma del vino que todavía quedaba en sus bocas. Sus labios volvieron a atraparla con una intensidad mayor, como si la quisiera devorar. La besó sin dejarle espacio para pensar, hundiéndose en su boca con una exigencia que le robaba el aire.

Luego su mano grande se deslizó por la curva de su cadera hasta sus muslos, recorriéndolos lentamente, apretando con firmeza su piel suave como si quisiera memorizar cada línea, cada tensión de su piel. Lena sintió cómo su pecho subía y bajaba rápido, el calor del alcohol recorriéndole las venas y encendiendo sus mejillas. Todo su cuerpo ardía, y no solo por el vino. Sino por la idea de tener a un hombre tan intimidante como él acariciando su cuerpo.

Kerem deslizó la palma hacia arriba, acariciando su espalda por encima de la tela del vestido, hasta encontrar el cierre. Con un movimiento preciso, lo bajó, la cremallera cedió emitiendo
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