El anuncio del compromiso de Lena y Kerem fue una formalidad necesaria. Kerem quería que todos supieran que, al fin, una mujer portaría el apellido Lancaster. Jennie y Lucia no podían estar más felices por ella. Por eso, en cuanto se enteraron de que se avecinaba una boda, acudieron juntas a la tienda de novias más prestigiosa de Londres.
Lena no había terminado aún sus estudios, pero eso no importaba. Compartía habitación con Kerem desde hacía tiempo, y la boda solo sería el sello de algo que ambos ya sabían que era definitivo. Él no quiso esperar. Quería verla caminar hacia él con un anillo en la mano, con su apellido grabado en los labios. Y ella no podía imaginar una felicidad más completa.
Pasaron horas en la boutique. Lena se probó un vestido tras otro: algunos de encaje, otros de tul, otros con bordados que parecían una caricia sobre la piel. Cada uno le quedaba hermoso, pero ninguno la hacía sentir especial. Jennie la miraba desde el sillón, emocionada, y Lucia corría por la t