204. La Bestia en el Sótano
El sonido sordo que venía del maletero era el latido de una bomba de tiempo. Cada golpe hacía eco en el silencio señorial de la estancia, una nota brutalmente discordante en la sinfonía de grillos y maderas nobles. Florencio y Selene intercambiaron una mirada cargada de urgencia.
—Casares —dijo Florencio, su voz fue una calma forzada que no engañó al viejo mayordomo—. Necesito que te encargues de la señorita D'Argenti. Asegurate de que tenga todo lo que necesite. La señorita Maris y yo tenemos que descargar un… equipaje delicado. Privado.
Casares asintió, su rostro era una máscara de discreción profesional. No hizo preguntas. Llevaba sirviendo a los Lombardi el tiempo suficiente para saber que había puertas que era mejor no intentar abrir. Se llevó a una Mar confundida y asustada hacia el ala de huéspedes, dejando a los dos solos en el inmenso hall de entrada.
—El sótano de la bodega —dijo Florencio en un susurro—. Es el único lugar. Las paredes son de piedra de un metro de espesor. N