187. El Circo de las Hienas
El Salón Real del Hotel Provincial era un hervidero de ansiedad y perfume caro. Cientos de periodistas se apretujaban en el espacio, sus cámaras apuntando al podio vacío como cañones a la espera de una orden. El aire estaba no solo cargado por el calor de los focos, sino por el olor a carroña, la excitación colectiva de una jauría mediática a punto de darse un festín.
Florencio se sentó en la primera fila, un cordero ofrecido en el altar de su propia ejecución. Podía sentir las miradas de todos sobre él, una presión física. Veía a sus rivales políticos en las otras filas, sus rostros una mezcla de falsa solemnidad y mal disimulada alegría. Sabían que estaban a punto de presenciar su caída.
—Estoy viendo todo desde acá arriba —la voz de Selene en su auricular era un ancla de calma helada en medio de su tormenta interna—. Estás rodeado de hienas, Lombardi. No muestres miedo. Huelen el miedo.
—Estoy tranquilo —mintió él en un susurro, sus manos hechas puños dentro de los bolsillos de su