173. Dos Frentes, Un Mismo Infierno
El Hotel Provincial de Mar del Plata era un animal de otra época, un gigante de lujo y decadencia que había visto pasar a presidentes, estrellas de cine y mafiosos. Esa tarde, sus pasillos de mármol y sus alfombras persas no olían a glamour, sino a sangre. Sangre política. La prensa se había congregado como una jauría de tiburones, sus cámaras y micrófonos eran dientes afilados listos para desgarrar.
Florencio Lombardi entró por la puerta principal. Solo. Sin su séquito de asesores, sin su equipo de seguridad habitual. Caminaba con la espalda recta, el rostro estaba como una máscara de calma impasible, pero por dentro, cada uno de sus músculos era un nudo de tensión. Sentía cientos de ojos sobre él, juzgándolo, condenándolo. Y en cada rostro de la multitud, veía la cara de Blandini, sonriendo.
Su llegada fue una bomba. Los flashes de las cámaras estallaron, una tormenta de luz blanca que lo cegó por un instante. Los periodistas se abalanzaron, gritando preguntas como insultos.
—¡Gober