El nombre de Blandini fue el veneno final. Se derramó en el aire de la cabaña y lo contaminó todo. Selene observó cómo el rostro de Florencio se transformaba, la duda y la vulnerabilidad siendo reemplazadas por una máscara de certeza fría y amarga. Su teoría, su peor sospecha, acababa de ser "confirmada" por la manipulación de Elio. Y la mirada que ahora le dirigía a ella ya no era la de un aliado. Era la de un hombre que se da cuenta de que ha estado durmiendo con una espía.
—Así que esto era —dijo él, su tono sonó como un murmullo bajo y peligroso—. Todo este tiempo. La víctima. La amiga traicionada. La aprendiz arrepentida. Todo un puto teatro. Y yo, como un boludo me lo creí.—Florencio, no es lo que parece… —empezó a decir Selene, pero las palabras sonaban huecas incluso para ella. «&iques