Mar estaba pálida, sus manos aferradas a los brazos del sillón como si fueran a salvarla de un naufragio.
—Es la hora —tomó la mano de Mar con más fuerza—. Entonces, recordá el plan. Cuando entres, andá a nuestro lugar seguro. Al tobogán del parque acuático. En tu mente. Construí ese recuerdo, donde te sientas fuerte. Sentí el sol del amanecer. Escuchá las gaviotas. Hacelo tan real que puedas olerlo. Ese será tu escudo. Y tu ancla. Él sentirá tu presencia y vendrá a vos. Dejalo que venga. Dejalo que crea que él es el cazador.Mar asintió, las lágrimas brillando en sus ojos marinos.—Puede que no me veas ahí, pero igual yo voy a estar acá. Con vos. No en tu cabeza, pero sí en tu piel. Voy a sentir lo que vos sientas. Si el miedo es demasiado, si perdés el control, voy a saberlo. Y te voy a saca