100.
El primer roce fue involuntario.
Una rodilla contra una pantorrilla. Tibia, suave, apenas temblando.
Florencio abrió los ojos. A su lado, Selene respiraba hondo, boca entreabierta, cabello enredado como enredadera negra sobre la almohada. Tenía una mano bajo el muslo, la otra sobre su vientre, y el cuerpo medio girado hacia él.
No era una mujer que dormía como una princesa.
Dormía como alguien que había peleado en sueños.
Y ganado.
La miró sin moverse. Cada parte de él le decía que no debía hacer eso. Que lo correcto era levantarse, vestirse, y volver a ser el político con el discurso perfecto.
Pero no lo hizo.
Se quedó ahí.
Contando los segundos en los que todavía podía verla sin ser visto.
La tentación no estaba en su cuerpo.
Estaba en el abismo que abría al dormir. En la forma en que parecía desconectada del mundo, como si hubiera algo más allá de lo humano latiendo en su sangre.
Y eso lo atraía.
Como un veneno que se huele antes de tocarlo.
🌑 🌊 🐾
Selene despertó sin sobresaltos