100. El Teatro de las Ilusiones
Selene no esperó. La rabia, fría y controlada, se apoderó de ella. Arrojó la lámpara que a estas alturas ya era una molestia, y se lanzó hacia adelante en el mismo instante en que Mar le ordenaba al luisón atacar. La bestia, confundida por un instante por las dos órdenes contradictorias, vaciló. Ese instante fue todo lo que Selene necesitó.
No fue por el monstruo. Fue a por la titiritera.
—Creo que ya tuvimos esta conversación —respondió Selene, su voz fue como un hielo que prometía quemar.
El luisón reaccionó, interponiéndose, pero Selene usó su impulso para esquivar el primer zarpazo torpe deslizándose por debajo de su zarpa y, con una velocidad que dejó a Mar sin aliento, la agarró del cuello y la estrelló contra una columna de hierro oxidado. La cabeza de Mar golpeó el metal con un sonido sordo.
—¡El espectáculo se canceló, boludita! —siseó Selene, su rostro a centímetros del de Mar, sus ojos plateados ardiendo con una furia que no era de este mundo—. Ahora mato a tu segundo ca